Fue bautizada como
Isabel, tuvo una adolescencia difícil (tipo “Juego de Tronos”), Reina de Castilla
y León (adoptó el nombre de su hermana mayor, Beatriz, la emperatriz del Sacro
Imperio Romano, que murió en 1212) por su matrimonio con Fernado III el Santo,
madre De Alfonso X el Sabio, tuvo una buena relación con su suegra la Reina
Doña Berenguela (no era muy normal en la época), muy religiosa y devota de la Virgen,
inculcó en su marido e hijo primogénito su amor por la cultura (lo hizo muy bien),
siempre viajaba con el Rey excepto en las campañas militares, se les consideró
un matrimonio feliz, después de tantos partos (posiblemente 10) falleció con 37
años y el resto de sus notaron su ausencia.
Nacida posiblemente en Nuremberg (Alemania) entre 1198 y
1205 –
Falleció en Toro (Zamora), el 5 de noviembre de 1235. Reina de Castilla,
primera esposa de Fernando III y madre de Alfonso X el Sabio.
Acabadas las perturbaciones que la sucesión de Enrique I había provocado en el reino
castellano, y asentado en el trono Fernando
III, la cuestión más importante era el matrimonio del joven rey, que estaba
ya próximo a los dieciocho años. Para evitar la posibilidad de un matrimonio
nulo por razones de parentesco, de tan triste experiencia en el caso de sus
padres, era preciso desechar las princesas hispanas, así como las de Inglaterra
y Francia.
El nombre que atrajo la atención desde un principio fue el
de la princesa alemana Beatriz, hija
de Felipe de Suabia, emperador de
Alemania entre 1198 y 1208, y de su esposa, la bizantina Irene; el padre de Beatriz
era hermano del emperador alemán Enrique
VI (1190-1197) y ambos, hijos de Federico
I Barbarroja; su madre, la bizantina Irene, era hija del emperador de Bizancio Isaac Ángel (1185-1204) y de
su esposa, Margarita, hija del rey Bela de Hungría.
Así, Beatriz
descendía por su padre y por su madre de los dos grandes imperios del medievo:
del Sacro Imperio Germánico y del Imperio Bizantino.
La adolescencia de Beatriz
en Alemania había sido muy agitada, pues su padre, el emperador Felipe, había tenido que luchar todo el
tiempo de su imperio con otro emperador rival, Otón IV, para morir finalmente asesinado en 1208. Muerto Felipe, su rival tomó bajo su
protección a Beatriz, e incluso
prometió casarse con ella, pero fue derrotado y expulsado del trono en 1214 por
Federico II, hijo del emperador Enrique VI y sobrino de Felipe de Suabia, quedando así Beatriz bajo la guarda de su primo el
emperador Federico II.
Resuelta la elección de esposa a favor de Beatriz, la reina Berenguela envió una primera embajada al imperio alemán para
proponer el matrimonio; logrado el asentimiento, a mediados de 1219 partía en
busca de la novia otra embajada más solemne presidida por el obispo de Burgos, Mauricio, e integrada por los abades de San Pedro de Arlanza y Santa María de Rioseco, por el
camerario de San Zoilo de Carrión,
por el maestre de la Orden de Santiago y por el prior de la Orden de San Juan
en España, cuya misión era negociar los detalles del acuerdo matrimonial.
Un 30 de noviembre
del año 1219, día de San Andrés,
contrajeron matrimonio en la iglesia de Santa
María de Burgos el rey de Castilla, Fernando III, y la princesa germana, Beatriz de Suabia. En este hecho, la
mediación del obispo Mauricio de
Burgos fue clave. Era obispo de Burgos desde 1213 y persona de confianza del
rey Fernando.
Ambos, el obispo Mauricio
y el propio monarca, serán los que promuevan casi dos años más tarde la
sustitución de la primitiva catedral de Burgos, románica, por un nuevo templo
gótico.
Los cronistas proporcionan diferentes versiones de la
llegada de los legados a la corte de Federico
II. Finalmente, tras cuatro meses de estancia en la corte de Suabia, el rey
entregó a los embajadores castellanos a su prima Beatriz.
De vuelta a Castilla, el séquito se detuvo en París para
visitar a la hermana de la reina Berenguela.
Blanca de Castilla era reina
consorte de Francia por su matrimonio con Luis
VIII. Ambos padres de San Luis IX.
Allí el obispo Mauricio tuvo la oportunidad de ver cómo habían avanzado, desde
su época de estudiante en París, las obras de la catedral de Notre Dame. Durante su paso por Francia pudo conocer
también otras grandes catedrales como Reims o Chartres.
Unas catedrales de altas torres, levantadas en nuevo lenguaje arquitectónico
muy diferente al de la catedral burgalesa.
A su llegada a Castilla, la propia reina Berenguela acude hasta Vitoria al encuentro de Beatriz. En Burgos estaba esperando Fernando, rodeado de los magnates de su Corte, de la nobleza del reino y los representantes de concejos y ciudades, previamente invitados a este acto. En presencia de todos ellos, hizo Mauricio entrega de Beatriz. Presentó los regalos del emperador al monarca castellano y su Corte. También las escrituras de los desposorios y dotación otorgadas por don Mauricio en nombre de su soberano.
La impresión que causó la joven entre los burgaleses fue muy
buena. La describen las crónicas como una
doncella nobilísima, muy sabia, pudorosa, de honestas costumbres, prudente y
dulcísima. Una primera impresión que se confirmaría y acrecentaría durante
los dieciséis años de su reinado.
Tras unos días de fiestas y celebraciones, Fernando III fue nombrado caballero el
27 de noviembre de 1219. La ceremonia de
ordenamiento, oficiada por don Mauricio, tuvo lugar en el Monasterio de las Huelgas de Burgos.
Precisamente para nombrar caballeros a reyes y nobles se
utilizó en Las Huelgas una escultura
articulada de Santiago Apóstol. Posiblemente de finales del siglo XIII,
sirvió para nombrar caballero, entre otros, al rey Alfonso XI.
Por fin, el 30 de noviembre, en la catedral de Santa María
de Burgos (levantada durante el reinado de Alfonso VI), oficiando el obispo
Mauricio, se celebraba la boda de Fernando
y Beatriz.
En apenas dieciséis años de matrimonio (Beatriz muere en 1235) nacerían diez hijos. Siete varones y tres
mujeres: Alfonso X el Sabio, Fadrique, Fernando, Leonor, Berenguela,
Enrique, Felipe, Sancho, Manuel y María.
Asistieron a la boda el arzobispo
de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, y demás prelados del reino; miembros de
la nobleza; delegados de las ciudades y pueblos de mayor categoría, y una
destacada presencia de damas, caballeros, militares y familias pudientes de
toda Castilla. Una concurrencia tan numerosa que nunca se había visto otra
igual en la ciudad de Burgos. Esto vino a demostrar una vez más la
insuficiencia del antiguo templo para ceremonias religiosas de tal índole.
Dos esculturas de finales del siglo XIII, en el claustro
alto de la catedral de Burgos, representan la entrega del anillo de Fernando III a Beatriz de Suabia.
A partir del día de su boda, la reina Beatriz acompañará casi continuamente a su marido, salvo en
las campañas militares. Lo mismo que Berenguela
venía haciendo ya, ahora las dos juntas solían salir a recibir al hijo y esposo
al regreso de esas campañas; sus lugares de residencia preferidos eran Burgos, Valladolid y Toledo; su lugar
favorito fue el mismo que el de Berenguela:
las Huelgas Reales de Burgos, en el
camino de Santiago por donde llegaban todas las novedades culturales de Europa.
Por lo que se sabe de sus estancias y desplazamientos siempre se encuentra a Beatriz al lado de Berenguela. El entendimiento entre ambas parece que fue algo no
habitual; en las pocas actuaciones políticas que se conocen siempre actuaron
las dos de acuerdo cerca de su hijo y marido, logrando con su valimiento la
concordia y el perdón entre el rey y algún noble levantisco, como fueron los
casos de Lope Díaz de Haro y Álvar Pérez de Castro.
Beatriz coincidía
con su esposo y con Berenguela en
una profunda religiosidad y en una especial devoción a la Virgen; según cuenta
su hijo Alfonso X en una de las Cántigas en honor de Santa María,
habiendo enfermado la reina Beatriz en Cuenca (1226) y una vez que los médicos
habían desesperado de curarla, se hizo traer una imagen de Santa María,
poniendo en ella todas sus esperanzas de salud.
El matrimonio de Fernando
y Beatriz aparece en la historia
como una unión feliz, no manchada por ninguna infidelidad; el matrimonio duró
dieciséis años y sólo tuvo su fin con la muerte de doña Beatriz el 5 de
noviembre de 1235, cuando sólo tenía treinta y seis o treinta y siete años de
edad. Fruto de esos dieciséis años de vida conyugal fueron, según Rodrigo Jiménez de Rada, un total de
nueve hijos: siete varones y dos mujeres, nacidos por este orden: Alfonso, primogénito y sucesor de Fernando III (Toledo, 23 de noviembre
de 1221), Fadrique (ante 13 de
septiembre de 1223), Fernando (ante
25 de marzo de 1225), Leonor
(¿1226?), Berenguela (¿1228?), Enrique (ante 10 de marzo de 1230), Felipe (ante 5 de diciembre de 1231), Sancho (¿1233?) y Manuel (1234). Lucas de Tuy añade una tercera hija a la que asigna
el nombre de María y de la que dice
que murió puellula, esto es, niñita, pocos días antes que su madre, y fue
enterrada en San Isidoro de León; pero, al ser ignorada por el arzobispo de
Toledo, se supone que falleció poco después de nacer ese mismo año 1235, el de
la muerte de su madre.
Es posible que una maternidad tan reiterada hubiera
debilitado la naturaleza de la reina
Beatriz; el caso es que, sin una enfermedad prolongada que preludiase un
fatal desenlace, pues sólo contaba con treinta y siete años de edad, el 5 de noviembre 1235 vino a fallecer en Toro, cuando viajaba acompañando a su
marido, como era habitual en ella. El itinerario regio nos muestra a Fernando III del 24 al 28 de octubre en
Ponferrada; el 3 de noviembre el rey se encontraba en Villalobos, a tan sólo
cincuenta kilómetros de Toro. Era el viaje de la muerte para la reina, que
probablemente llegó a Toro el día 4 de noviembre, víspera de su óbito.
La reina Beatriz
dejaba tras de sí ocho huérfanos entre los catorce y un año de edad; la falta
de una madre en tan tierna edad no dejaría de influir desfavorablemente en la
educación de los huérfanos y posiblemente se reflejó en las posteriores
disensiones fraternas.
El cadáver de la reina fue trasladado al monasterio de las
Huelgas Reales de Burgos y sepultado con honores muy cerca del rey Enrique. Cuarenta años más tarde, su
cuerpo fue trasladado por su hijo a la catedral
de Sevilla, donde reposa al lado del rey
Fernando, con el que compartió su vida.
El papel que jugó la figura de la reina doña Beatriz en la política castellana gozó de enorme
importancia, quizá en especial modo después de su fallecimiento en 1235, convirtiéndose
en el argumento principal para la defensa que Alfonso X realizará a lo largo de toda su vida de su derecho
legítimo a la herencia imperial tras la muerte de
Federico II, en
1250, y la de Conrado IV, en el año
1254 . Nos referimos al
conocido como fecho del imperio, asunto que ocupará gran parte de la política
exterior del rey sabio y en cuya órbita debemos ubicar también el proyecto de
la Capilla de los Reyes.
Este proyecto imperial alfonsí cobrará vida con la llegada a
Soria de unas embajadas procedentes de Pisa en el mes de marzo de 1256,
encabezadas por Bandino Lancia, quien, en su discurso de ofrecimiento de la
herencia imperial a Alfonso X,
apelará a la vinculación del monarca con la casa de Suabia, utilizando las
siguientes palabras:
“natum de progenie
domus ducum Suevie ad quam de privilegio principum et de concessione romane
ecclesie pontificum imperium uiste et digne dignoscitur pertinere” .
Real Academia de la
Historia
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El ajuar
funerario de Beatriz de Suabia: elementos para una propuesta iconográfica del
simulacro de la reina en la Capilla de los Reyes de la Catedral de Sevilla