domingo, 14 de noviembre de 2021

Beatriz de Suabia.

 Fue bautizada como Isabel, tuvo una adolescencia difícil (tipo “Juego de Tronos”), Reina de Castilla y León (adoptó el nombre de su hermana mayor, Beatriz, la emperatriz del Sacro Imperio Romano, que murió en 1212)  por su matrimonio con Fernado III el Santo, madre De Alfonso X el Sabio, tuvo una buena relación con su suegra la Reina Doña Berenguela (no era muy normal en la época), muy religiosa y devota de la Virgen, inculcó en su marido e hijo primogénito su amor por la cultura (lo hizo muy bien), siempre viajaba con el Rey excepto en las campañas militares, se les consideró un matrimonio feliz, después de tantos partos (posiblemente 10) falleció con 37 años y el resto de sus notaron su ausencia.

Nacida posiblemente en Nuremberg (Alemania) entre 1198 y 1205 –

Falleció en Toro (Zamora), el 5 de noviembre de 1235. Reina de Castilla, primera esposa de Fernando III y madre de Alfonso X el Sabio.

Acabadas las perturbaciones que la sucesión de Enrique I había provocado en el reino castellano, y asentado en el trono Fernando III, la cuestión más importante era el matrimonio del joven rey, que estaba ya próximo a los dieciocho años. Para evitar la posibilidad de un matrimonio nulo por razones de parentesco, de tan triste experiencia en el caso de sus padres, era preciso desechar las princesas hispanas, así como las de Inglaterra y Francia.

El nombre que atrajo la atención desde un principio fue el de la princesa alemana Beatriz, hija de Felipe de Suabia, emperador de Alemania entre 1198 y 1208, y de su esposa, la bizantina Irene; el padre de Beatriz era hermano del emperador alemán Enrique VI (1190-1197) y ambos, hijos de Federico I Barbarroja; su madre, la bizantina Irene, era hija del emperador de Bizancio Isaac Ángel (1185-1204) y de su esposa, Margarita, hija del rey Bela de Hungría.

Así, Beatriz descendía por su padre y por su madre de los dos grandes imperios del medievo: del Sacro Imperio Germánico y del Imperio Bizantino.

La adolescencia de Beatriz en Alemania había sido muy agitada, pues su padre, el emperador Felipe, había tenido que luchar todo el tiempo de su imperio con otro emperador rival, Otón IV, para morir finalmente asesinado en 1208. Muerto Felipe, su rival tomó bajo su protección a Beatriz, e incluso prometió casarse con ella, pero fue derrotado y expulsado del trono en 1214 por Federico II, hijo del emperador Enrique VI y sobrino de Felipe de Suabia, quedando así Beatriz bajo la guarda de su primo el emperador Federico II.

Resuelta la elección de esposa a favor de Beatriz, la reina Berenguela envió una primera embajada al imperio alemán para proponer el matrimonio; logrado el asentimiento, a mediados de 1219 partía en busca de la novia otra embajada más solemne presidida por el obispo de Burgos, Mauricio, e integrada por los abades de San Pedro de Arlanza y Santa María de Rioseco, por el camerario de San Zoilo de Carrión, por el maestre de la Orden de Santiago y por el prior de la Orden de San Juan en España, cuya misión era negociar los detalles del acuerdo matrimonial.

Un 30 de noviembre del año 1219, día de San Andrés, contrajeron matrimonio en la iglesia de Santa María de Burgos el rey de Castilla, Fernando III, y la princesa germana, Beatriz de Suabia. En este hecho, la mediación del obispo Mauricio de Burgos fue clave. Era obispo de Burgos desde 1213 y persona de confianza del rey Fernando.

Ambos, el obispo Mauricio y el propio monarca, serán los que promuevan casi dos años más tarde la sustitución de la primitiva catedral de Burgos, románica, por un nuevo templo gótico.

Los cronistas proporcionan diferentes versiones de la llegada de los legados a la corte de Federico II. Finalmente, tras cuatro meses de estancia en la corte de Suabia, el rey entregó a los embajadores castellanos a su prima Beatriz.

De vuelta a Castilla, el séquito se detuvo en París para visitar a la hermana de la reina Berenguela. Blanca de Castilla era reina consorte de Francia por su matrimonio con Luis VIII. Ambos padres de San Luis IX. Allí el obispo Mauricio tuvo la oportunidad de ver cómo habían avanzado, desde su época de estudiante en París, las obras de la catedral de Notre Dame. Durante su paso por Francia pudo conocer también otras grandes catedrales como Reims  o Chartres. Unas catedrales de altas torres, levantadas en nuevo lenguaje arquitectónico muy diferente al de la catedral burgalesa.

A su llegada a Castilla, la propia reina Berenguela acude hasta Vitoria al encuentro de Beatriz. En Burgos estaba esperando Fernando, rodeado de los magnates de su Corte, de la nobleza del reino y los representantes de concejos y ciudades, previamente invitados a este acto. En presencia de todos ellos, hizo Mauricio entrega de Beatriz. Presentó los regalos del emperador al monarca castellano y su Corte. También las escrituras de los desposorios y dotación otorgadas por don Mauricio en nombre de su soberano.

La impresión que causó la joven entre los burgaleses fue muy buena. La describen las crónicas como una doncella nobilísima, muy sabia, pudorosa, de honestas costumbres, prudente y dulcísima. Una primera impresión que se confirmaría y acrecentaría durante los dieciséis años de su reinado.

Tras unos días de fiestas y celebraciones, Fernando III fue nombrado caballero el 27 de noviembre de 1219. La  ceremonia de ordenamiento, oficiada por don Mauricio, tuvo lugar en el Monasterio de las Huelgas de Burgos.

Precisamente para nombrar caballeros a reyes y nobles se utilizó en Las Huelgas una escultura articulada de Santiago Apóstol. Posiblemente de finales del siglo XIII, sirvió para nombrar caballero, entre otros, al rey Alfonso XI.

Por fin, el 30 de noviembre, en la catedral de Santa María de Burgos (levantada durante el reinado de Alfonso VI), oficiando el obispo Mauricio, se celebraba la boda de Fernando y Beatriz.

En apenas dieciséis años de matrimonio (Beatriz muere en 1235) nacerían diez hijos. Siete varones y tres mujeres: Alfonso X el Sabio,  Fadrique, Fernando, Leonor, Berenguela, Enrique, Felipe, Sancho, Manuel y María.

Asistieron a la boda el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, y demás prelados del reino; miembros de la nobleza; delegados de las ciudades y pueblos de mayor categoría, y una destacada presencia de damas, caballeros, militares y familias pudientes de toda Castilla. Una concurrencia tan numerosa que nunca se había visto otra igual en la ciudad de Burgos. Esto vino a demostrar una vez más la insuficiencia del antiguo templo para ceremonias religiosas de tal índole.


 
Dos esculturas de finales del siglo XIII, en el claustro alto de la catedral de Burgos, representan la entrega del anillo de Fernando III a Beatriz de Suabia.

A partir del día de su boda, la reina Beatriz acompañará casi continuamente a su marido, salvo en las campañas militares. Lo mismo que Berenguela venía haciendo ya, ahora las dos juntas solían salir a recibir al hijo y esposo al regreso de esas campañas; sus lugares de residencia preferidos eran Burgos, Valladolid y Toledo; su lugar favorito fue el mismo que el de Berenguela: las Huelgas Reales de Burgos, en el camino de Santiago por donde llegaban todas las novedades culturales de Europa. Por lo que se sabe de sus estancias y desplazamientos siempre se encuentra a Beatriz al lado de Berenguela. El entendimiento entre ambas parece que fue algo no habitual; en las pocas actuaciones políticas que se conocen siempre actuaron las dos de acuerdo cerca de su hijo y marido, logrando con su valimiento la concordia y el perdón entre el rey y algún noble levantisco, como fueron los casos de Lope Díaz de Haro y Álvar Pérez de Castro.

Beatriz coincidía con su esposo y con Berenguela en una profunda religiosidad y en una especial devoción a la Virgen; según cuenta su hijo Alfonso X en una de las Cántigas en honor de Santa María, habiendo enfermado la reina Beatriz en Cuenca (1226) y una vez que los médicos habían desesperado de curarla, se hizo traer una imagen de Santa María, poniendo en ella todas sus esperanzas de salud.

El matrimonio de Fernando y Beatriz aparece en la historia como una unión feliz, no manchada por ninguna infidelidad; el matrimonio duró dieciséis años y sólo tuvo su fin con la muerte de doña Beatriz el 5 de noviembre de 1235, cuando sólo tenía treinta y seis o treinta y siete años de edad. Fruto de esos dieciséis años de vida conyugal fueron, según Rodrigo Jiménez de Rada, un total de nueve hijos: siete varones y dos mujeres, nacidos por este orden: Alfonso, primogénito y sucesor de Fernando III (Toledo, 23 de noviembre de 1221), Fadrique (ante 13 de septiembre de 1223), Fernando (ante 25 de marzo de 1225), Leonor (¿1226?), Berenguela (¿1228?), Enrique (ante 10 de marzo de 1230), Felipe (ante 5 de diciembre de 1231), Sancho (¿1233?) y Manuel (1234). Lucas de Tuy añade una tercera hija a la que asigna el nombre de María y de la que dice que murió puellula, esto es, niñita, pocos días antes que su madre, y fue enterrada en San Isidoro de León; pero, al ser ignorada por el arzobispo de Toledo, se supone que falleció poco después de nacer ese mismo año 1235, el de la muerte de su madre.

Es posible que una maternidad tan reiterada hubiera debilitado la naturaleza de la reina Beatriz; el caso es que, sin una enfermedad prolongada que preludiase un fatal desenlace, pues sólo contaba con treinta y siete años de edad, el 5 de noviembre 1235 vino a fallecer en Toro, cuando viajaba acompañando a su marido, como era habitual en ella. El itinerario regio nos muestra a Fernando III del 24 al 28 de octubre en Ponferrada; el 3 de noviembre el rey se encontraba en Villalobos, a tan sólo cincuenta kilómetros de Toro. Era el viaje de la muerte para la reina, que probablemente llegó a Toro el día 4 de noviembre, víspera de su óbito.

La reina Beatriz dejaba tras de sí ocho huérfanos entre los catorce y un año de edad; la falta de una madre en tan tierna edad no dejaría de influir desfavorablemente en la educación de los huérfanos y posiblemente se reflejó en las posteriores disensiones fraternas.

El cadáver de la reina fue trasladado al monasterio de las Huelgas Reales de Burgos y sepultado con honores muy cerca del rey Enrique. Cuarenta años más tarde, su cuerpo fue trasladado por su hijo a la catedral de Sevilla, donde reposa al lado del rey Fernando, con el que compartió su vida.

El papel que jugó la figura de la reina doña Beatriz en la política castellana gozó de enorme importancia, quizá en especial modo después de su fallecimiento en 1235, convirtiéndose en el argumento principal para la defensa que Alfonso X realizará a lo largo de toda su vida de su derecho legítimo a la herencia imperial tras la muerte de

Federico II, en 1250, y la de Conrado IV, en el año 1254 . Nos referimos al conocido como fecho del imperio, asunto que ocupará gran parte de la política exterior del rey sabio y en cuya órbita debemos ubicar también el proyecto de la Capilla de los Reyes.

Este proyecto imperial alfonsí cobrará vida con la llegada a Soria de unas embajadas procedentes de Pisa en el mes de marzo de 1256, encabezadas por Bandino Lancia, quien, en su discurso de ofrecimiento de la herencia imperial a Alfonso X, apelará a la vinculación del monarca con la casa de Suabia, utilizando las siguientes palabras:

“natum de progenie domus ducum Suevie ad quam de privilegio principum et de concessione romane ecclesie pontificum imperium uiste et digne dignoscitur pertinere” .

Real Academia de la Historia

Descubrir Burgos

El ajuar funerario de Beatriz de Suabia: elementos para una propuesta iconográfica del simulacro de la reina en la Capilla de los Reyes de la Catedral de Sevilla

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