viernes, 30 de septiembre de 2022

Dicen ... - "Seis cuentos y un lamento" de Félix Alejandro Sánchez

 


Dicen ...

Dicen que en Añover hubo
entre su gente, un labrador
huraño, recio, bruto
ceñudo y poco hablador,

que un día cualquiera,
cansado de rozar caceras,
había echado el agua
y descansaba sobre una estera.

Tumbado en la choza y
en su primer sueño, su
hijo le despertó
con gran empeño:

“¡Padre! despiértese usted,
se han metido en las habas
he contado tres,
y las comen sin pelarlas.”

Nunca lo hubiera pensado el
muchacho,
su padre ni se inmutó
¿Estaría borracho?

“Vete y vigílalos”
tranquilamente, le dijo,
mientras como un galgo
corría desazonado el hijo.

Y volvió con más ahínco:
“Padre, que hacen daño.”
Ya se puso en pie de un brinco,
pausadamente se ató el cinto.

“¿Cómo las comen ahora?”
“Están jugando y las pelan”
“Ya mataron el hambre,
vamos a echarlos fuera”

Así conoció el mocete la
calidad de su padre,
duro, hosco, terco y fuerte
pero ante la necesidad, afable.

Dicen,… que en otra ocasión
su carácter fue el causante.
La plaza grande radiante pasaba
la procesión;

recogimiento, alegría,
pues sacaban al patrón,
todo el pueblo en sintonía
y… ocurrió de sopetón.

Al sonido acompasado
crujido seco cruzó,
fuertes voces y pecados,
la procesión se paró.

Despotricaba el feriante de
los cacharros de barro,
un muchacho pisó un jarro,
descalzo, sangró abundante,

El tendero hinchado y rojo
con un incendio en los ojos
y el niño sangrando, cojo,
colgando como un despojo,
de una oreja le prendía
y patadas le atizaba,
mientras que el chico gritaba
y a la gente conmovía.

Y llegó él, sin saber como y
le dijo con su aplomo:
Déjalo ya! ¡Para el carro!
Contestó ¿Y quien me paga mi tarro?


No se lo pensó dos veces se
subió al puesto de un salto,
dejándose de sandeces hizo
trizas a dos platos,
de nuevo salto otra vez
y rompió con sus albarcas
fuente, salero, almirez,...
sonaban como las tracas;

saliendo del puesto al fin se
le situó enfrente
y le porfió suavemente:
¡Cógeme de la oreja a mí!

Dicen,… que se atragantó con su nuez y
que se miró al ombligo,
dio un giro y solo, consigo,
aquel feriante se fue.

El muchacho no se quejó de la oreja
y su herida se curó
y es que aquello le marcó
hacia virtudes añejas.

Dicen… que a pesar de sus arranques,
respeto y consideración en
sus paisanos sociables,
despertaba el labrador,

y en los más impresionables
el severo oteador,
siempre lejano, distante,
infundía cierto temor.

Félix Alejandro Sánchez Sánchez, hijo de Añover










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