jueves, 5 de mayo de 2022

EL FAMOSO SUCESO DEL DOMINGO DE PASCUA

Con el siguiente párrafo nos introduce Antonio Talavera en el relato de un suceso acontecido en Añover posiblemente en 1954, del que los más mayores pueden hacer memoria:


No sé si mis paisanos jóvenes son conscientes de que un Domingo de Pascua de hace muchos años (¿1954 quizá?) no pasó absolutamente nada en el lugar que ahora ocupan esas casas. Y que, debido a que no pasó absolutamente nada, hoy luce una de las fachadas una imagen de la Virgen de la Soledad. Recién terminadas las celebraciones del 8º centenario del nacimiento de Añover yo felicito a los añoveranos que volvieron a nacer ese día, entre los que posiblemente me encuentre.

El famoso suceso del Domingo de Pascua

Hacía años que había terminado la guerra. El pueblo estaba bastante reconstruido, pero todavía mostraba cicatrices, unas más visibles y otras más escondidas entre los repliegues de sus calles. Una de esas cicatrices, bastante expuesta pero no tan visible, dado que el lugar donde se encontraba no era demasiado céntrico, era el "Hospital Viejo". Como indicaba su nombre popular, aquel edificio había servido, durante los casi tres años en que el frente de batalla aparcó en Añover de Tajo, de hospital o dispensario militar, como se podía adivinar viendo el círculo de yeso con algo similar a la Cruz Roja que, como una especie de sello, sobresalía del plano de la fachada.

Lo que acabo de describir como "la fachada" era una de las paredes

maestras del edificio, carente de puertas, pero con ventanas a dos niveles. Las rejas y madera de las del nivel inferior habían desaparecido un tiempo atrás; no así las de la parte superior, ya que eran inaccesibles, o accesibles con mucho peligro, dada la altura del edificio. Siempre supuse que la puerta de entrada al hospital había situada en la pared no maestra que daba a la otra calle, hoy llamada Manuel Valdés, pero esta pared nunca existió para mi. Por supuesto, tampoco existió para mí la otra pared maestra, que debía ser interior a la manzana, pero paralela a la que yo conocía.

¿Había llegado ese estado ruinoso como consecuencia de la propia guerra o más bien era debido a un posterior abandono? Nunca lo supe, pero siempre me figuré (que ahora comprendo que es mucho figurar) que el hospital habría sido respetado por bombas aéreas u obuses. El caso es que lo único que quedaba del Hospital Viejo era una extensa pared (cuya longitud no recuerdo, pero que de altura debía tener unos 6 metros) que no estaba sujeta por nada, ya que no quedaba ningún otro elemento al que afianzarse: ni vigas, ni paredes secundarias ni nada. La inmensa pared era de piedra de yeso, como tantas paredes maestras en Añover, y de un grosor considerable, sugiriendo que el estamento militar que ocupó el pueblo desde octubre de 1936 a final de la guerra lo mandó construir a conciencia, con materiales extraídos de unas canteras que se situaban (y ahí siguen) a menos de 300 metros del edificio.

Aquel año había llovido las semanas anteriores, y mucho, pero la Samana Santa había sido como la de este año, de buen tiempo. La Virgen de la Soledad había sido traída, como era costumbre, a la iglesia parroquial desde la ermita, para cumplir sus funciones procesionales del Viernes Santo. Una vez pasados los cultos de la semana, la Virgen sería devuelta a su ermita la tarde del Domingo de Resurrección.

Continuará...

Antonio Talavera, hijo de Añover




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