JUGLAR
¡Acercaos acercaos!
¡Espectadores míos!
¡Que aquí se os quiere bien!
¡Quedaos en silencio y prestad atención!
Os voy a relatar
el declive y el renacer
de un mismo Añover.
En el Siglo XV nos hallamos cuando en 1435,
Añover estrena al vigésimo Señor,
es el Arzobispo de Toledo
Don Juan de Cerrezuela, el nuevo gestor
es manifiesta la falta de interés
Se convirtió en desbarajuste por la
vista gorda del Arzobispado,
añadiendo el abuso de poder
al pueblo llano por parte de un villano
Ese villano era el alcaide del “castillo”
sin sentar en el banquillo
encarcelaba al obrero
por reclamar su puchero
El lugar de Añover mengua, de 55 a 12
moradores, a consecuencia de las injusticias,
huyen los labradores.
Dejando atrás el campo fértil,
marchan buscando un nuevo amo
que les de amparo y
que no fuese un tirano.
El poder de los Señores feudales
rivaliza con el dominio de los reyes,
los vasallos son los que más pierden,
por carecer de leyes.
La ubicación de “Añover de abajo”
en los márgenes del Tajo
es malsana, padece los desbordamientos
del río un día sí y al otro también,
el poblado se vuelve insalubre,
porque la humedad todo lo cubre,
provoca enfermedad y
se convierte en complicado habitar.
Por ello en 1475 poco a poco, los pobladores de
Añover de abajo se van trasladando
hacia el norte,
ocupando un altozano,
subiendo el atajillo
repleto de esparto y tomillo.
Allí en lo alto,
ya existía una solitaria construcción,
la ermita de San Bartolomé,
les proporcionaba protección.
Habitada por un ermitaño
que les recibió un tanto huraño.
pero...
Tres eran, eran tres,
los que se oponían ver crecer
a Añover en lo alto del cerro
El Rey, la Iglesia y el Concejo,
ninguno de los tres atendían a consejo
ninguno de los tres sabían
que los de Añover, borrías... no tenían,
desafiando al poder
subieron la linde y se plantaron junto a
la ermita, sirviéronse de su agua y respiraron el
aire sano, observaron desde lo alto, el lugar... anegado
se dijeron: aquí nos quedamos.
Esos fueron los primeros,
los segundos pocos días después,
los terceros y los cuartos, en poco menos de un mes
subieron por la linde, más y más multiplicando los pies.
Construyeron sus casas, con piedras y barro
comenzaron a dar vida con animales tirando del carro.
A un territorio austero, en amable le convirtieron
el viejo y primitivo, con el joven y vivo,
dos poblados con misma denominación
y diferente ubicación.
el más joven nos ha visto crecer.
consiguieron los de Añover lo que se propusieron.
Diálogo “Añover de abajo se muda a arriba”
Personajes
Mujer: Blanca
Hombre: Tristán
Ermitaño: Zacarías
Suben el cerro, siguiendo el atajillo, llegan hasta la
ermita de San Bartolomé.
Desde lo alto, obtienen una panorámica, del cauce de el
Tajo. Las tierras y el poblado anegados por los desbordamientos del río.
Se dicen entre ellos...
Tristán: Compadezco a los que allí abajo quedan. Ha sido
difícil, tomar esta decisión, seguir viviendo en Añover nos hubiera hecho unos
desgraciaos. Ahora tenemos que partir de cero y levantar un nuevo hogar.
Blanca: Atrás hemos dejao a padres y hermanos, se quedan
padeciendo (tristeza, sollozos), prométeme Tristán que, en un futuro cercano
volverán a reunirse con nosotros.
Tristán: Te aseguro, Blanca. Que más pronto que tarde,
disfrutarán de este aire sanador, al igual que hacemos nosotros. Tienen el
coraje y la gallardía, les falta el empujón, de esto último ya me hago yo, el
cargo.
Blanca: No podemos errar y volver a “el lugar” ¡Nuestro
hijo/a tiene que nacer aquí! Como futuros padres tenemos la obligación de
apartar a nuestro hijo de la miseria y ofrecerle la oportunidad que nosotros
mismos nos hemos otorgado.
¡Va a ser el primer nacido en el nuevo “Añover de arriba”!.
Sonríen y se dan un abrazo. En esto que...
(Se oye ruido que proviene de los alrededores de la ermita)
Se miran y se dicen un tanto asustados: ¡ssssssssshhh! se
hace uno al otro el gesto de guardar silencio.
Tristán: ¡Parece, que hay alguien...! ¿Quién anda ahí?
(tarda unos segundos)
Zacarías: ¿Cómo que quién anda ahí? Soy Zacarías. Vivo en
esta cueva, este es mi hogar. ¿Quienes sois, a que habéis venido?
Blanca: Somos vecinos de “el lugar”, ya sabe... de Añover.
Anda que... ¡Vaya susto nos ha pegao, usté! No imaginábamos que pudiera haber
alguien por aquí.
Zacarías: Ah, si “el lugar”, me parece que... está en
decadencia, no pasa por su mejor momento. Desde aquí, veo como los campesinos,
escapan cada día de ese lodazal, a territorios de mayor bonanza. Mi intención
no era asustarles, no es costumbre encontrar gentes por estas tierras. ¿Qué
demonios están haciendo por estos cerros? Por aquí arriba, no hay mucho que
hacer.
Tristán: He de reconocer que está en lo cierto, Añover se
desangra, parece que haya caído una maldición sobre el poblado. Llevamos
décadas sufriendo los abusos de la autoridad. ¿Y el río?. ¿Que le voy a decir
del río?, nos lo pone difícil, no nos quiere en su ribera. Hemos venido para
quedarnos, estamos buscando un lugar donde construir un hogar.
Zacarías: ¿Construir un hogar en este cerro?
Blanca: Sí, como usté bien ha dicho. En el Añover de abajo,
está mu mal la cosa. El ambiente allí se ha convertido en lúgubre, muchos
enferman y pocos se salvan, este lugar nos parece idóneo para comenzar de cero,
nos queda mucho por hacer. Soñamos con que en poco tiempo, vecinos y nuestras
familias, se unan a nosotros y entre todos, construir un nuevo Añover.
Zacarías: ¿Quieren decir que después de ustedes vendrán más?
Blanca: Sí, es lo que deseamos, pero... Les retiene el
miedo, el concejo con el alcaide a la cabeza intenta disuadirlos y les advierte de las consecuencias por mudarse. Nosotros, tal vez hayamos pecao de temerarios, pero nos puede más el porvenir de nuestro hijo.Tristán: Estamos mu agradecios al río nos ha proporcionao
agua, madera, caza y tierras fértiles, en cambio ahora se ha convertio en el
origen de nuestra desgracia, el agua... enfanga las tierras y se mete en
nuestras casas, eso nos ha traído enfermedad, además llevamos años sometíos al
abuso por parte de la iglesia y los señores feudales, nos hacen pagar muchos
impuestos y estamos ahogaos.
Zacarías: Desde que era niño, no he vivido en comunidad,
pero les entiendo. Incluso, se me hace extraño hablar con ustedes. También fui
mozo aunque no lo parezca, desde entonces he llevado una vida solitaria, no
suelo relacionarme con otras personas. Ese es mi modo de vida y este es mi
retiro donde cultivo en paz mi propia vocación cristiana y espiritual. Discúlpenme
ustedes, les pareceré un bicho raro.
Tristán: No se preocupe usté, Dios nos libre de juzgarle,
somos gente de paz. Es un modo de vida muy diferente al que hemos llevado
nosotros, siempre acompañados y rodeados de familia y vecinos, tiene sus cosas
buenas y regulares, no se vaya usté a pensar, que es mejor nuestra manera, que
no es así.
Blanca: Perdone, usté Zacarías. Hemos llegao esmayaos y con
sed.
¿Podría usté darnos una poca de agua?
Zacarías: ¡Sí, claro! Quédense aquí, vuelvo enseguida.
(Mientras esperan a que el hombre les ofrezca el agua,
observan el huerto bien cuidado, tiene tomates, varios tipos de hortaliza, muy
lustrosos).
(Al instante sale Zacarías con dos cuencos de barro,
rebosantes de agua. El hombre y la mujer se la toman de una sentá).
Blanca: ¡¡buaaaa!! ¡Este agua sabe mu raro!
Zacarías: Disculpe usted que me he confundido de vasija...
Tome de esta otra, que es caída del cielo, en los días lluviosos hago acopio.
Blanca y Tristán: Muchas gracias, está mu rica.
Zacarías: El agua que emana del manantial que hay debajo de
la ermita, tiene multitud de propiedades. Aunque no me sirve para beber, por
ser gorda y salitrosa, pero sí para regar el huerto y que beban los animales.
Antes que yo, en esta cueva habitaron otros inquilinos, los hubo hasta
musulmanes, con eso se lo digo, todo. Lo que pasa es que con la reconquista
cristiana, ya sabe... se tuvieron que marchar. Desde tiempos inmemoriales, esta
agua goza de magnífica reputación.
Blanca: Ya ves, tan cerca y nosotros... no habernos enterao
hasta ahora. Con la miseria que hemos pasao allí abajo. Por cierto, da gusto
ver el huerto, que lustre y hermoso lo tiene to.
Zacarías: Mi tiempo y trabajo se lleva. No se vaya usté a
pensar, ¡eh!. Gracias, al huerto y a esta agua, me suministro todo el año. Con
algo de suerte, de cuando en cuando algún conejo o perdiz cae en las trampas
que tengo esparcías por estas tierras. Eso me permite sobrevivir.
Blanca y Tristán: ¿Sabe Zacarías? No pretendemos molestarle,
ni entrometernos en su vida. Es que... como le hemos dicho hace un momento,
buscamos un lugar seguro en el que sentirnos protegidos, al amparo de San
Bartolomé.
Zacarías: No tengo ninguna autoridad, sírvanse ustedes y
elijan el enclave que más les convenga, para su casa. Desde joven he sido
indiferente a los ojos de la gente, eso hizo, que no tuviera más compañía que
mis propios pensamientos y buscar el retiro en lugares como esta ermita. Por
cierto ¿Dónde van a pasar la noche? Un poco más arriba de donde nos encontramos
hay unas cuevas, en las que pueden encontrar cobijo.
Blanca: Muchas gracias por aconsejarnos, esta noche,
preferimos dormir a la intemperie, a las noches venideras nos refugiaremos en
una de las cuevas que hay a poco de aquí, hasta que construyamos una casa ,va a
ser nuestra primera noche sobre el cerro en el que se asentará el nuevo Añover,
estamos contentos de disfrutar de este ambiente sano, pisar este terreno y ser
los primeros de lo que esperamos sigan muchos más. Llevamos algunos enseres que
nos protegerán del relente de la madrugada. En cuanto el sol se esconda y se
haga la oscuridad, la luna y las estrellas, nos prestarán el techo más inmenso
que nadie haya tenido.
Zacarías: A ustedes que van a ser los nuevos pobladores del
“Añover de arriba”, por tanto mis primeros vecinos, para que se lo cuenten a
las generaciones que están por venir y puedan gozar de ello, permitan que este
anciano se tome la licencia de darles esta recomendación.
Les digo que el cielo de este lugar desde el propio cerro,
tiene magia.
En las noches de verano, guardando silencio, observo las
estrellas, allí tan inalcanzables, sin embargo al poco rato un millar de luces
parpadean a mi alrededor, las luciérnagas vienen a visitarme, es... como si las
estrellas bajaran, casi puedo tocar el cielo con mis manos. He peregrinado por
varios territorios del Reino de Castilla en mi extensa vida, les puedo asegurar
que el encanto de este lugar es lo más parecido al paraíso sin despegar los
pies del suelo.
No olviden ponerlo en práctica esta misma noche.
¡Qué Dios les bendiga!
Blanca y Tristán: Así haremos
Durante la madrugada, Tristán y Blanca, insomnes e incapaces
de dormir. Por la hermosura de la noche. Se hacen estas preguntas:
Tristán: ¿Si tenemos una hija, como te gustaría llamarla?
Blanca: Se llamará Esperanza, ¿y si es varón?
Tristán: Bartolomé.
Blanca y Tristán: ¡Qué venga sano!, le educaremos para que
sea un hombre o una mujer, leal y honesto consigo mismo y para con los demás.
Con el recuerdo del firmamento más hermoso que ha visto
hasta entonces.
Tristán toma la decisión de salir a primera hora dirección a
“el lugar”
Tristán: En cuanto desaparezcan las estrellas y antes de que
asome el sol, emprendo camino a “Añover de abajo", he de anunciar y
convencer a nuestras familias y vecinos que se despojen del temor, se armen de
valor y que aquí sobre esta terraza, otra vida será mejor.
Juglar: Esta ha sido la hazaña de dos añoveranos, que pueden
haber sido los antepasados de cualquiera de nosotros.
Arriesgaron, fueron pioneros y abrieron camino a los que
vinieron después.
Nunca es tarde para romper con todo.
Nunca es tarde para empezar de cero, y...
Nunca es tarde para aprovechar una oportunidad.
En homenaje a las generaciones que habitaron estas tierras.
¡Muchas gracias por asistir! Y acompañarnos en este viaje.
Autor de la obra: Luis Javier Escribano Gómez
ELENCO:
Juglar: Inés Gómez Rodríguez
Tristán: José Manuel Velarde González
Blanca: Alicia Ramos Valenciano
Zacarías: Óscar Ibáñez
Director: Ernesto Duque
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