4ª REPRESENTACIÓN
1604 A 1639 - Añover es nombrada Villa
Se ilumina un foco que apunta a una silueta frente a una pequeña estancia. Suena un pequeño tambor y una flauta dulce que da paso al juglar que nos pondrá sobre lugar de lo que en el escenario va a acontecer. Con voz viva, casi gritando narra el siguiente cantar.
JUGLAR:
Vengan aquí buenas gentes de esta tierra peculiar,
Peculiar dando igual la época en la que nos podamos encontrar,
Encontrar que el añoverano tiene un carácter singular.
Singular. Pues es bien sabido,
Sabido a quien se le quiera preguntar
Que al preguntar, todos los vecinos, ellos dirán,
Dirán que en estas tierras no se dejan doblegar.
Tal carácter propio de orgullo y personalidad
Da origen a la siguiente historia que fue la de muchos,
Pero que de muchos, yo con humildad no puedo contar.
(Suena una música de época y continúa el juglar. En este momento la voz ya no es tan elevada, lo dice inclinándose hacia los espectadores, caminando frente a ellos, acercándose a sus rostros, como si de un secreto que no desea que salga de entre los que allí están presentes se tratase.) (En este caso ya no es un cantar, aunque con gracia lo va a recitar)
JUGLAR:
Bien sabía la capital, en sus tiempos imperial
que durante los seiscientos del mil
Añover siendo la tercera más poblada
Y geográficamente privilegiada
Era un grave error pensar
Que su independencia les podía dar.
Por todos los medios lo tendría que evitar
O al menos buena tajada tendría que sacar.
Pues la capital; en sus tiempos imperial
Se empeñó en que Añover
No tornara libre, fuera de su poder.
No contaba la gran ciudad, esta nuestra capital,
Con la tozudez que un añoverano puede demostrar.
(El juglar se calla y mira hacia el escenario donde se hace la luz y la figura de una mujer aparece en medio de una escueta estancia sin más mobiliario que, una pequeña chimenea con un puchero al fuego, una silla de mimbre junto a una pequeña mesa redonda y una vieja cuna.)
JUGLAR: (en un tono de voz paternal, acercándose al escenario y con un timbre de voz cargado de pena, mira a Paula y gira el rostro para encauzar la historia)
En 1604 todo se comenzó a fraguar
Pero, en 1639 todo tuvo lugar
Esta pobre desdichada
Mucho tuvo que penar
Pues Añover, en su momento
Gobierno no quiso presentar
Y la implacable,
La antigua imperial,
Fue a muchos a los que hizo apresar.
(Silencio dramático y mira a Paula. Suspira y torna el rostro a los oyentes para echarse a un lado susurrando el inicio de la puesta en escena.)
JUGLAR:
Así comenzó la pesadilla con la que Añover tuvo que luchar.
35 años, ¡Sí! 35 años fueron los que llegó a durar.
Pero estos últimos 6 meses fueron el Infierno de un mal sueño
Que a nuestra pobre desdichada le toco superar.
Muchos fueron los sin sabores que a Paula le toco afrontar,
Para de ese modo sus tierras, que ahora vuestras son
Finalmente pudieran ganar…- (momento de silencio) - ¡Su libertad!
(Un vecino con ropajes desalineados, sale de la casa haciendo gran esfuerzo por abrir la puerta hinchada por el tiempo invernal en el que nos encontramos.)
MOZO: ¡Adiós! Buena tarde tenga. No desespere que el final está cerca. Su Doroteo volverá a estar entre sus brazos.
(El mozo se queda en el canto de la puerta mirando a Paula, con gran tristeza visible.
Paula no aparta la vista de la ventana mientras permanece en su silla de mimbre sentada.)
PAULA: ¿Cuántas veces habré escuchado ya, esa misma cantinela?
MOZO: En esta ocasión seguro que sucede el milagro que todos esperamos, las gentes están dando lo que tienen, hasta el último ducado.
(El mozo sale de la casa sin esforzarse por cerrar la puerta. Se cruza con Eufrasia con la que solamente hace un leve gesto de cabeza por saludo.)
PAULA: Lo creeré cuando mis ojos lo vean. – Responde en apenas un suspiro mientras se levanta de la silla y se acerca a la maltrecha cuna que está junto a la chimenea.
(Eufrasia entra por la puerta que el mozo ha dejado abierta. Se queda parada a la entrada observando a Paula.
Paula agarra la cuna y habla para sí misma con voz de lamento.)
PAULA: ¡Ay María, como podrían haber sido nuestras vidas! Si esos desalmados no se hubieran llevado a tu padre, cuan distinto habría sido todo. ¡Si esos hijos de puta no nos hubieran arrebatado todos nuestros sueños! - (silencio reflexivo) - Todavía te recuerdo en mis brazos, no eras nada, cada día más poca cosa, más frágil. Te robaron de mí para poder darte sepultura. Me aferraba a ti con todas mis fuerzas. Aun así, hija mía sabes que siempre estarás a mi lado. ¡Mi pobre pequeña! ¡Qué bonita eras!
EUFRASIA: Paula…
(La vecina se adelanta hacia donde se encuentra Paula. Rodea su fina silueta por la cintura y acompaña para que se siente en la silla.
Paula seca las lágrimas que afloraban en sus ojos.)
EUFRASIA: ¿Estabas recordando? No te hagas daño hija mía. Ya no hay por qué sufrir con aquellos grises recuerdos.
PAULA: Querida Eufrasia. Tú siempre has estado a mi lado. Bien sabes
que lo que pides es imposible. Cómo no voy a recordar. Es mi vida, esos fugaces recuerdos me han convertido en el despojo de huesos que hoy soy.EUFRASIA: Hiciste todo lo que en tus manos estaba. Ya sabes que todos en el pueblo lo hemos pasado mal, sin apenas bocado que llevar a la boca. Yo soy una afortunada, una tuerta en un pueblo de ciegos.
PAULA: Sabes bien vecina mía todo lo que tuve que hacer para poder dar pequeños sorbos de vida a mi pequeña.- (Eleva el tono de voz y mira al cielo) - ¡Ay mi pequeña! Lloraba sin lágrimas, pues se me habían gastado. Mi corazón se me partía cuando ella me pedía y a mí ya no me quedaba nada dentro. ¡Desalmados! – (Agacha la cabeza, se encoge ligeramente) - Aquellos que llegaban, el alma en sus pueblos se dejaban. Bien se aprovecharon de la situación. ¡No sé qué verían en mí, si ya era solo hueso y pellejo!
EUFRASIA: Nadie sabe, y quién sabe nada puede echarte en cara, pues una madre hace todo lo que tiene que hacer por una hija, de lo contrario no es una madre. Tú hiciste todo lo que podías.
(Eufrasia saca del bolsillo de su viejo abrigo un muslo de pollo y lo deja sobre la mesa de la escueta estancia.)
PAULA: No sé por qué aún sigues manteniéndome con vida. Si no fuera por ti hace tiempo que ya podría estar junto a mi querida María. Gracias a ti mi pequeña pudo alargar su tiempo a mi lado. Esa será una deuda que nunca podré saldar.
EUFRASIA: Cuanto me lamento de no poder haberte dado más. Pero que voy a contarte. Cuando se llevaron a todos los hombres de provecho, dejaron solo a viejos y niños. Claro era su propósito, nunca han querido darnos la libertad. Mis mozos tuvieron que hacerse hombres antes de tiempo y gracias a ellos he podido subsistir. Junto a ellos trabajé las pocas tierras de mi Manuel. Me tienen bien controlado lo que hago con lo poco que tenemos.
PAULA: ¡Ay Doroteo mío! fino carpintero, unas manos llenas de magia. Este fue su último trabajo, la cuna de mi pequeña. Sin él, esto ha sido una pesadilla.
EUFRASIA: Este invierno será duro, te mantienes con la cuna a tu lado; pero, estamos en diciembre, y promete ser uno de los más fríos que se recuerdan. Hija, solo es madera, se cómo te aferras a ella, pero lo importante es que te mantengas con vida.
(Paula se levanta, enfadada por las palabras de su vecina.)
PAULA: Antes quemaré la casa conmigo dentro que perder lo único que me une a mi Doroteo y mi pequeña María.
(La mujer, tratando de calmar su enfado, coge el muslo de pollo junto a un par de ramitas de tomillo y las mete en el puchero que está al fuego.)
PAULA: Hoy las patatas que he robado al burro de la señora Atanasia tendrán algo de acompañamiento.
EUFRASIA: Me asustas Paula. Ya no luchas por conseguir algo de sustento.
PAULA: No me he rendido, pero tengo pocas fuerzas y un nudo en el pecho. Ya sabes, pues te conté las veces que junto a mi pequeña tuve que entrar agazapa a los tristes huertos. ¡Cómo se agarraban sus manitas a mi cuello! Enrollada a mí pecho, era parte de mí. No puedo rendirme, pues aún sin tenerla a mi lado ella sigue siendo parte de mí, se lo debo. Pero cada vez insisten más con la noticia de su regreso y entonces pienso y hablo con mi María… Me atormenta cómo voy a contarle a mi Doroteo todo lo que ha ocurrido en este tiempo.
EUFRASIA: ¿Qué te ha dicho el Mozo que salía? Por casa también ha pasado. Ha vuelto a pedir dinero. Me dice que pagaremos más del doble que la última villa que lo logró, pero que no cesaremos en nuestro empeño.
PAULA: El dinero ya es el menor de los costes.
EUFRASIA: Le he dado lo que mis hijos me dejaron preparado, que aunque mi Manuel ya no podrá salir de allí, no perdemos la esperanza de lograr sacar a los vecinos que aún viven encerrados. Si lo conseguimos, habremos ganado la batalla.
PAULA: ¡Habremos ganado! – (Aprieta el puño contra su estómago, y se deja caer en la silla) – Tras treinta y cinco años de batalla nos dan la puntilla y nos roban a nuestros hombre, ya llevan fuera medio año. Esto no será una victoria, nos están robando nuestras vidas.
EUFRASIA: Mujer, piensa en el futuro, estamos escribiendo la historia de nuestro pueblo. Conseguiremos ser libres, podremos hacer justicia y no depender de Toledo. Mis hijos dicen que eso nos traerá riquezas a todos, se acabará el hambre.
PAULA: La verdad… me da igual la libertad de los demás. Yo no estoy entre barrotes, pero soy esclava, en eso me han convertido.
(Eufrasia da un beso en la mejilla de Paula y sale de la casa cerrando la puerta a su espalda, no sin dificultad.
Paula se levanta nuevamente y vuelve a apoyarse en la cuna.)
PAULA: ¡Ay mi pequeña! ¿Vendrá tu padre? Cuando llegue conseguirá la
libertad pero encontrará la muerte de su alma cuando le dé la noticia. Su pequeña enterrada. Mi pobre Doroteo, si es cierto que vuelve algún día que duro le será descubrir que ya no estarás a su lado. ¡Hijos de puta! ¡nos lo han robado todo!(Se escucha mucho bullicio en las calles, alboroto. Las campanas de la torre comienzan a repicar.
Paula deja caer el plato de comida sobre la mesa y se levanta sobresaltada de la silla.)
PAULA: ¡Será verdad! Debe serlo, de lo contrario no repicarían así. La iglesia está para el derrumbe. ¡Se vendrá abajo!
(Se levanta y sale corriendo de la casa.
El juglar aparece nuevamente en escena. La casa se oscurece, el foco lo alumbra. Paula va al escenario contiguo a la casa.)
JUGLAR:
El pueblo está alborotado, todo el mundo sale a la calle.
Nadie sabe a ciencia cierta que está ocurriendo,
pero en los rostros se vuelven a dibujar sonrisas,
sonrisas como hacía años que no se dibujaban.
Paula corre, no siente dolor en sus débiles piernas,
no muestra flaqueza en su empeño.
Nuestra protagonista llega al borde del barrando y… desde allí lo ve.
Una pequeña comitiva de hombres camina a las orillas del río.
El reducido grupo se encuentra lejos, pero su dirección es clara.
Un relámpago atraviesa su pecho y… ¡corre!,
Corre cerro abajo todo lo que su cuerpo le permite.
Un soplo de vida insufla fuerza en sus atrofiados músculos.
Por primera vez en años una sonrisa se dibuja en su rostro.
A lo lejos los ve, son más de medio centenar de hombres.
Todos escuálidos y con ropas que apenas cubres sus cuerpos.
Son una sombra de lo que eran, pero aun así ella no duda.
Esos ojos, esa nariz.
Lo ve igual de guapo que el día de su boda.
(Se apaga el foco que ilumina al juglar. La escena sucede al lado de la casa. En este momento está preparado un campo de labranza, con la imagen proyectada de la vega y el río de fondo.
Uno de los hombres da un ligero codazo en el costado de Doroteo, que levanta la cabeza y deja de mirar la punta de sus pies. Todo el grupo se detiene, Doroteo corre a trompicones entre enormes terrones, trastabilla perdiendo el equilibrio, pero llega hasta donde está Paula. El matrimonio se funde en un fuerte abrazo. Doroteo besa a Paula (la toma entre sus brazos) ella lo agarra como si pudiera volver a perderlo. La mujer le acaricia con cuidado, con miedo que pueda deshacerse entre sus manos. Adopta un rostro triste.
Las parejas se reúnen formando un semicírculo en torno a la pareja, ellos en medio de la escena.
Despiertan de su ensoñación con los vítores de la comitiva. Silban, gritan y aplauden.)
DOROTEO: ¡Te quiero! – Exclama en apenas un susurro con su rostro bañado en lágrimas que limpian el polvo del camino.
PAULA: ¡Todo ha cambiado! Ahora…
(Doroteo impide que siga hablando colocando un dedo sobre sus labios. Agarra la cara de su mujer y le da un beso en la frente.)
DOROTEO: Todo cambió, pero todo da igual. Nos tenemos el uno al otro.
(Paula observa como todos comienzan a correr y los dejan atrás, gira su rostro y puede ver como otras mujeres la han seguido, como han corrido al encuentro de sus seres queridos.)
PAULA: En solo seis meses lo hemos perdido todo - Susurra más para
ella que para nadie.DOROTEO: Pero… Un futuro hemos ganado.
La pareja se funde en un abrazo, mientras el resto de la comitiva se abraza con las personas que han acudido a recibirlos.
DOROTEO: (levanta el puño y a voz en grito) – Añover nombrada villa, por hoy y siempre será, pues ha ganado su libertad.
(Toda la comitiva grita al unísono.)
¡Ha ganado su libertad! –
Repiten el grito en tres ocasiones.
(Una voz de los liberados resuena desde el fondo.
Una mujer y un hombre se adelantan cantando la canción del pueblo liberado. Se van uniendo hasta que todos en coro recitan el cantar.
El juglar se adelanta y se une a la canción. Todos se agarran de la mano y terminan la canción gritando al unísono)
¡AÑOVER NOMBRADA VILLA!
(La luz se apaga. Y un foco alumbra nuevamente al Juglar que se encuentra delante del grupo.)
JUGLAR: La desdichada Paula se dio cuenta en ese momento que no sólo ella había sufrido. Todo un pueblo lo había padecido, cada uno a su manera.
(Continúa alegrando el tono)
Aquella noche fue una jornada de fiesta que se recordó durante décadas.
Las campanas repicaron sin parar mientras los hombres eran subidos en volandas hasta la plaza del pueblo.
Todos los presentes nunca olvidaron la imagen del sol desapareciendo por el horizonte. Los que habían sido cautivos decían sin cesar que el sol brillaba diferente ahí arriba. En sus jaulas apenas si lo podían recordar.
Aquel día marcó un antes y un después para todas las gentes de aquel pequeño lugar situado en lo alto del cerro a las orillas del Tajo.
(En forma de cantar y levantando la voz)
Pues debe ser recordado
Que por gobierno no nombrar
Fueron muchos los apresados
Hasta que Añover
Villa la pudieron llamar
Más que en ningún otro lugar
Tuvieron que pagar,
Pero entre todos los vecinos
¡Lograron su libertad! (gritando y elevando los brazos al cielo)
Letra de Canción del pueblo de Añover (Sagrario Talavera):
VILLA DE AÑOVER
Pueblo alegre de Añover
Acudid todos a escuchar
La gran noticia que traemos
Y hemos venido a anunciar
Villa somos, Villa es
Villa es el pueblo de Añover Villa por siempre será
Villa Libertad.
Tenemos nuestros jueces
Que la Ley aplicarán
Alcaldes de la Villa
Que nos organizarán
Tendremos presente
El tiempo de la libertad
Libres somos, ya es verdad Añover tiene Libertad
Cantemos juntos la alegría
Que nos acaban de dar
Cuatro siglos se esperó
Y el Rey la orden ya firmó
Villa nos hizo para siempre
Añover será
Reunidos todos juntos En la plaza estamos ya
Alzamos nuestras manos
Para así manifestar
Que aquí en cuatro siglos Reunidos nos encontrarán.
Libre ahora, libre es
Libre es la Villa de Añover Nunca olvidemos este día
Le debemos recordar
Villa somos, villa es
Villa es el pueblo de Añover
Villa por siempre será
Villa libertad
Autor: Héctor Moreno Carrasco
ELENCO:
Juglar: José Manuel Velarde
Paula: Sara Rodríguez
Eufrasia: Inma Alonso
Doroteo: Daniel Albarrán
Mozo: Raúl Herrrando
Coro canción Añover Villa: Alberto Hernández, Alejandro Dimas, Alejandro García, Alicia, Ana, Bauti Carmena, Genaro, Nazareth, Raquel Carmena, Inma, Pablo, Ángel Luis, Rosi, Sergio.
Letra canción Añover Villa: Sagrario Talavera
Arreglos canción Añover Villa: Abel Parra
Campanas de la Iglesia: Óscar Carmena
Sonido: Goyi García (Asociación Cultural Siglo XXII)
Equipo de decorados: Bea, Alejandro García, Carlos, Daniel Albarrán, Dimas Arribas, Eduardo Albarrán, Ernesto Duque, Francisco López. Goyo Almagro, Ignacio García, Jaime García, Javier Rodríguez, Joaquín Albarrán, José Manuel Velarde, Laura Gutiérrez, María Mar García, Olga Carmena, Santi Blanco, Ramón Sánchez.
Dirección: Javier Rodríguez
Narrador del paseo: Javier Rodríguez
Coordinador del paseo: Francisco García
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